viernes, 14 de diciembre de 2012

La mirada de la princesa

El día que la princesa nació, el reino se pintó de colores, se hicieron caminos de flores, se escribieron mil canciones. El día que la princesa nació todo fue risa, todo fue bello, todo fue encanto.


De la princesa era de lo que se hablaba todo el tiempo en el reino, de sus sonrisas, de sus nuevas palabras, de sus movimientos, de sus ojos...esos ojos que tanto llamaban la atención.

Eran los ojos de la princesa lo que a todo el mundo intrigaba, pues estaban siempre abiertos, queriendo aprender, queriendo saber, con una curiosidad implacable, con miradas que iban más allá de lo que se puede solo "ver".

Cuando aprendió a caminar, los ojos de la princesa parecían haberse abierto más; se paseaba por todo el palacio, dando tumbos, tocando lo que se podía, contemplando cada detalle que la rodeara, analizando con cuidado hasta las sombras, viendo, viendo, viendo...sus ojos llenándose de anhelos, llenándose de sueños, soñaba libertad.

Conforme crecía la princesa, esos anhelos y esos sueños tomaban forma, ella aprovechaba toda fuente de conocimiento que estuviera a su alcance, ya no solo analizaba, ahora escribía para no olvidar detalles, ya no solo soñaba, convertía sueños en metas, se proponía, cumplía y se proponía más; aunque sabía que todavía había sueños por cumplir, soñaba libertad.

Toda una jovencita la princesa, con sus ojos siempre abiertos, empezó a ver al futuro para darle a su vida otro alcance, para darle a sus sueños otra dimensión, para darle a sus metas otra proporción. Y con ojos bien abiertos observaba, aprendía, analizaba, escribía, soñaba, planeaba, anhelaba...anhelaba libertad.

Libertad era la palabra que siempre la acompañaba. Y no es que la princesa anhelara ser libre para huir, o para estar lejos de sus amados, como muchos recriminaban. En realidad ella quería libertad para seguir alimentando sus ojos de cosas que aun contemplaba, porque amaba ver, amaba estar, amaba vivir.

Un buen día la princesa decidió recorrer el palacio una vez más, despúes de todo tenía tiempo sin hacerlo, quizá encontrara detalles nuevos o modificaciones interesantes como las que el tiempo suele hacer con las cosas sin pedirles permiso. Después de un rato de caminar lento por los pasillos, encontró al fondo una puerta que no recordaba haber visto antes. Se acercó con demasiada curiosidad y contempló la pequeña y descuidada puertecilla, con un letrero casi ilegible que decía "belleza".

Intrigada por aquella palabra decidió entrar a descubrir aquel portal.

Nadie sabe exactamente que sucedió aquella tarde, pues no se vió salir a la princesa sino muchas horas después. Los siervos del palacio cuentan que cuando salió de allí su mirada había cambiado de una forma difícil de describir. Parecía que la luz de sus ojos se había apagado, su mirada se perdía, sus ojos ya no parecían estar tan abiertos...La princesa entró en su habitación sin decir una palabra y no salió de allí por muchos días. De hecho solo abrió la puerta un par de veces para solicitar a sus sirvientes que llenaran su tintero nuevamente. Se dedicó a escribir sin parar, cosas que nadie jamás pudo leer, pues ella prohibió a cualquier persona, aún al rey y la reina acceder a esos escritos.

Cuando al fin salió de la habitación, ella ya no parecía la misma. Su semblante había cambiado, su carácter también, su esencia era diferente, pero sobre todo sus ojos...sus ojos parecían haber muerto.

La princesa ya no quería ver y no lo hacía de hecho. Nadie entendía porque y cuando intentaban averiguarlo ella se molestaba al grado de salir corriendo del palacio a los jardines del reino y no regresar hasta medianoche. Seguido se le escuchaba llorando en su habitación o en los rincones del palacio y a veces se perdía por horas y nadie podía encontrarla. La princesa jamás volvió a ser la misma, sonreía ya muy poco y  a veces, solo a veces accedía a conversar un rato. Repetía muchas veces que entrar a través de esa puerta le hizo ver todo lo que ella no tenía y que pensarlo le provocaba mucho dolor; era todo lo que decía aunque afirmaba que llevaba muchas palabras dentro.

Con el tiempo comenzó a buscar libertad, pero esta vez no para conocer, esta vez no quería ver, esta vez quería huir, quería no estar...huir de sí misma decía.

Un día salió del palacio sin decir nada y empezó a caminar sin rumbo. Se le vio perderse en el horizonte y nadie jamás supo de aquella princesa. El reino lloró su partida un par de días, luego todo volvió a su curso normal. La gente a veces la menciona, como una historia triste y lejana, incomprensible y extraña y recuerdan aquella mirada de ojos abiertos, aquella mirada de alguien que un día simplemente no quiso ver mas...










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